El
triunfo fue una espectacular ceremonia que se celebraba en la
antigua Roma para agasajar al general o comandante militar (en
latín Dux) que hubiera regresado victorioso con su ejército de alguna campaña en tierras extranjeras. Para el general protagonista era un día glorioso. Su ejército quedaba a la espera en el
Campo de Marte, sin poder traspasar las
Murallas Servianas. En principio, sólo podían celebrar un triunfo los miembros del orden
senatorial y convertirse, con ello, en
vir triumphalis (no
triumphator que es una forma moderna).