En la
mitología romana, las
larvae (en español, «larvas») o
lemures (en español, «lémures», en singular, «lémur») eran los espectros o espíritus de la muerte; eran la versión maligna de los
lares. Algunos autores romanos describen a los lémures como el nombre común para todos los espíritus de la muerte, y los dividen en dos clases: los
lares, o almas benevolentes de la familia, que protegen la
domus o casa, y las
larvae, o inquietas y horribles almas de hombres malvados. Pero la más común idea era que los lémures y las larvae eran lo mismo. Se decía de ellas que vagaban por la noche y que atormentaban y asustaban a los vivos.