Copista es la palabra que designa a quien reproduce libros a mano. De ahí su sinónimo,
amanuense. Destaca su labor en la difusión del libro hasta la aparición de la
imprenta de
tipos móviles en el mundo occidental, a mediados del
siglo XV. Un copista experimentado era capaz de escribir de dos a tres folios por día. Escribir un
manuscrito completo ocupaba varios meses de trabajo. Esto solo en lo que se refiere a la escritura del libro, que posteriormente habían de ilustrar los iluminadores, o encargados de dibujar las miniaturas e iniciales
miniadas (de
minium, en latín, sustancia que producía el color rojo de la tinta, el más habitual en estas ilustraciones), en los espacios en blanco que dejaba.